viernes, 7 de enero de 2011

el hombre flojo

hace mucho tiempo,antes de que los peces se conviertieran en pajaros, mucho antes de que la culebra se convirtiera en iguana paso esto...

un hombre apuesto y varonil se habia casado con una mujer joven y hermosa, mucho tiempo anduvo el hombre buscando la mano de su ahora mujer, y le dava flores y aretes, hasta que la mujer acepto irse con el,.
ya casados el hombre y la mujer tenian que comer, asi que el hombre empezo a sembrar maiz, y todos los dias el hombre iba al campo a trabajar, y todos los dias llegaba cansado y sin leña y sin mazorcas. pero el hombre no iba al monte a trabajar, el iba pero a dormirse sobre unas piedras debajo de unas parotas, y nunca sembro nada.
en ese entonces era epoca de elotes, la mujer le pidio elotes al hombre y este como no habia sembrado maiz llevo a su mujer al maizal de otra persona y le dijo a su mujer que esa era su milpa, mucho elotes se llevaron de ahi, la mujer confiada y feliz por tener a un marido tan trabajador regreso a su casa.
en eso estaba el hombre dizque trabajando acostado sobre su piedra debajo de la parota, y el hombre estaba mirando hacia arriba y un pajaro que volaba sobre el, y penso el hombre -que bonito seria ser pajaro, el pajaro vive feliz sin esposa, sin tener que sembrar, sin tener que aguantar a su mujer, el pajaro escucho lo que pensaba el hombre y bajo y se paro al lado del hombre y le dijo- si quieres podemos intercambiar nuestros cuerpos y asi tu vivirias como yo por una temporada, el hombre feliz sin pensarlo acepto la propuesta del pajaro, e intercambiaron sus cuerpos, el hombre se convirtio en pajaro, y el pajaro se convirtio en hombre;
paso mucho tiempo y el hombre, y el pajaro vivian felices hasta que llego la epoca de secas y no habia nada que comer para el pajaro y volo hasta su antigua casa, ahi le hablo al que antes era pajaro y le conto lo dificil que era la vida como pajaro y queria volver a ser hombre.
en cambio el hombre que antes era pajaro le conto lo feliz que se sentia al ser hombre trabajador, que tenia grandes milpas y sembradios de chile, frijol calabaza, y no queria volver a ser pajaro por que era muy dificil conseguir comida, ademas le dijo que ya tenia un hijo con su mujer y pronto naceria otro.
y fue asi como aquel hombre flojo se quedo convertido en pajaro por siempre por no querer trabajar.

de como la culebra se convirtio en iguana







hace mucho tiempo, despues de que el zanate le robara el sombrero al pajaro tikumi iti y se convirtiera en pajaro carpintero paso esto que voy a contar.
un señor caminaba rumbo a su maizal, cuando de repente escucho unos ruidos que provenian del monte, el señor curioso corrio para ver que era lo que provocaba tanto ruido de hojas secas, lo que vio, era un conejo que forcejeaba, y despues era devorada por una culebra, el señor solo lo vio y no iso nada.

despues de un cansado dia de trabajo el señor regreso a su casa, justo cuando el barullo de las chachalacas era menos intenso, y ya se escuchaba el canto de las ranas en el arroyo del pueblo. el señor vio que habia mucha gente en su casa, y se escuchaba llorar a su esposa, al entrar a la casa el hombre vio a su hijo muerto tendido en un petate, despues unos señores que eran nsdosoo o nahuales llegaron a la casa del señor y fueron ellos quienes le contaron que el conejo que se comio la culebra era el nahual de su hijo muerto.

ya pasado el velorio el señor tuv que regresar a su maizal, y justo en el camino donde tantas veces habia pasado vio la culebra enrollada todavia panzona por el conejo nahual que se comio, el señor sin pensarlo macheteo en varios pedazos ala culebra y guardo su machete, y se fue a su casa dejando los pedazos de la culebra en el camino.

mucho tiempo despues cuando ya cantaba el pichiqui haciendo madurar las ciruelas, dios paso por el camino y vio a la culebra cortada en pedazos, tanta lastima tuvo dios al ver a la culebra ya pudriendose que enseguida soplo y volvio a dar vida a la culebra, poco a poco los pedazos volvieron a unirse, poco a poco volvieron a moverse, poco a poco le empezo a brotar unas manitas y unas patitas... fue asi el nacimiento de las iguanas, las manos y las patas son en memoria del niño nahual de conejo que devoro la culebra.



jueves, 23 de diciembre de 2010

cuento del pajaro carpintero


cuentan que hace mucho tiempo, mucho tiempo antes de que apareciera el primer hombre y la primera mujer en el mundo, mucho antes de que a la culebra le salieran patitas y manitas y se convirtiera en iguana paso esto.
andava muy feliz el pajaro zanate por que era mes de fiesta, y se baño, se peino, y se puso su mejor ropa de fiesta. en eso andava cuando paso por casualidad por la casa del pajaro tikumi iti, que en aquellos tiempos era el el que tenia la cresta de plumas rojas en la cabeza y lo invito ala fiesta pero como el pajaro tikumi iti era muy penoso no queria ir, asi que el pajaro zanate lo convencio y fueron los dos a la fiesta, y ahi andavan tomando y bailando chilena, . termino la fiesta y cada quien jalo para su casa,.
despues de muchos dias llego el pajaro zanate volvio ala casa del tikumi iti y lo invito de nuevo ala fiesta pero esta ves el pajaro tikumi iti tenia mucho trabajo por que era mes de siembra no quiso ir, sabia que perderia por lo menos dos dias de trabajo, el pajaro zanate por mas que le rogo no mas no pudo convencerlo.
entonces el pajaro zanate le pedio por favor su sombrero rojo al parajo tikumi iti, este se nego a prestarselo, pero el pajaro zanate es aferrado de por si, el pajaro tikumi iti cansado de tanto escucharlo termino por prestarle su sombrero, le dijo al pajaro zanate al tikumi iti que se lo regresaba ''luego luego mañana'', y dejo al pajaro tikumi iti muy convencido con su palabra de recuperar su sombrero mañana.
asi llego el dia de mañana y el pajaro zanate que no regresaba el sombrero y asi pasaron muchos dias y por fin el pajaro tikumi iti cansado de esperar fue ala casa del pajaro zanate a pedir su sombrero, ahi estaba el pobre pajaro esperando al zanate, este llego y dijo que no le regresaria el sombrero que ya era de el y no mas no se lo regresaba. y desde ese dia el pajaro tikumi iti se quedo sin sombrero rojo por confiar en un pajaro negro, y tambien fue asi como el pajaro negro zanate consiguio la gran cresta de plumas rojas del pajaro tikumi iti y se convirtio en pajaro carpintero.
y nunca mas el pajaro tikumi iti volvio a ir a ninguna fiesta por que le dava pena andar con la cabeza pelada y su plumaje cafe sucio, y tampoco se le volvio a ver caminando por aquella selva seca de hojas cafes en donde en algun dia caminaria el hombre y en donde la iguana perderia los pies para convertirse en culebra.

jueves, 16 de diciembre de 2010

LAS MANCHAS DEL OCELOTE ''TIGRILLO''




Esto ocurrió hace mucho tiempo, cuando de verdad se respetaba a la naturaleza, los animales no se comían entre sí, la dieta era vegetariana, todo era armonía, en aquel entonces el Ocelote era de un solo color, presumía de su hermoso pelaje, hasta centelleaba bajo el sol, aprovechaba cada instante para asearse y lucir siempre elegante, pasaron varias lunas, muchas lluvias y la presunción del ocelote fue creciendo a tal grado de ignorar a otras especies de animales, se mofaba de ellos motejándolos de inferiores, los animales del lugar se disgustaron mucho con esta actitud del felino.



Una mañana, inolvidable, llena de trinos, flores nuevas, justo cuando los primeros cabellos del sol acariciaban a las nuevas mariposas del día, pasó algo que vino a cambiar el curso de las cosas.



Estaba el Ocelote contemplándose en la laguna, que por algo es el espejo predilecto de la luna, en eso llegó el conejo, despreocupado, porque los conejos no se preocupan, solo viven, después de los buenos días el conejo lo invitó a jugar a las carreras, el ocelote lo ignoró antes de negarse y le pidió que lo dejara de molestar además no quería correr para no llenarse de polvo, el insistente conejo trataba de convencerlo pero el enfado hacía acto de presencia en el rugido del felino, he dicho que no! respondió el ocelote ya bastante molesto, además de presumido, amargado, susurró el conejo, el ocelote se guardó varias palabras y decidió marcharse del lugar pero el conejo era algo travieso, casi como su amigo el zorro, aventó una piedra al agua logrando salpicar al ocelote, muy enfadado el ocelote comenzó a perseguir al conejo alcanzándolo sin esfuerzo y en medio del forcejeo lanzó tremendo zarpazo al parvo conejo que calló justo a en los brazos de la muerte antes de llegar al suelo, el olor a sangre y el sabor de la misma en su hocico ya asesino lo motivó a devorar el tibio cuerpo del conejo en ese instante.



La noticia fue dada a los cuatro vientos por las urracas que hasta la fecha son comunicativas, los animales que antes fueron humillados por el ocelote eran espectadores del acontecimiento, fue ese acto el esperado pretexto para acusarlo con el señor del monte, uno por uno dio su versión de lo acontecido, el señor del monte escuchaba con gran paciencia y serenidad, una vez que meditó sobre el castigo que merecía el culpable organizó a los animales y le explicó el plan.

Destinó a las urracas para que vigilaran todos los movimientos del ocelote, los coyotes se encargaron de sacarlo de su escondite y conducirlo hacia la trampa que le tenían preparada, los demás animales hicieron montones de zapote negro maduro y al momento de cruzar la estrecha vereda una lluvia de zapote negro detuvo su agitada carrera, el ocelote quedó negro de tanta fruta madura, como pudo se escapó en medio de burlas y festejos de todos los animales, fue directo a la laguna para limpiarse pero fue inútil, la mancha del zapote negro había penetrado su cuerpo, desde aquel día hasta la fecha se puede ver al ocelote andar con cautela, lleno de manchas negras en el cuerpo y el conejo sigue siendo su alimento predilecto.

EL CONEJO DE LA LUNA



La mañosa culebra, sobre una enorme y blanca roca fingía estar enferma cuando en verdad estaba asoleándose bajo los tibios rayos del sol, a la orilla del río, en eso llegó el burro a saciar su sed, nada tonta la culebra ideó un plan para comerse al burro, le pidió ayuda para cruzar el río argumentando que estaba muy débil de salud y tenía que cruzar el río para buscar alimento.

El burro aceptó gustoso ayudar al animal pero la culebra no tardó en intentar asfixiar al noble burro, en eso estaba cuando apareció el venado, el burro solicitó ayuda pero le fue negada, el venado dijo: está bien que te coma, eres muy escandaloso y me robas comida, que te coma ya, ya ves dijo la culebra te comeré en este instante, el burro muy asustado y triste solicitó la opinión del conejo que se encontraba bebiendo agua, el conejo pidió que le explicaran desde el principio y no solo con palabras si no con hechos, la culebra se volvió a acomodar sobre la piedra y en cuestión de segundos entre el conejo y el burro le colocaron una piedra encima y ambos salieron corriendo del lugar.

Todavía no se sabe cómo logró zafarse la culebra pero llegó directo al escondite del conejo pero éste es mas listo que la culebra y se escapó por una de las muchas puertas de su escondite, la culebra se murió esperando que saliera el conejo, pasaron los días, la luna se asomó una noche y se percató de que el conejo tenía una casa hermosa, la luna llena de envidia comenzó a destruir la casa del conejo, éste protestó, se hicieron de palabras hasta enfadar a la luna y en un bocado se lo llevó con ella para siempre, aun se aprecia al conejo en la luna hasta la fecha.

lunes, 6 de diciembre de 2010

leyenda sobre la fundacion de jamiltepec en el estado de oaxaca


Casandoo recorrió el valle con la mirada.

Abajo, en la hondonada, se libraba una de las batallas más cruentas de su periodo como jefe de las fuerzas armadas de Siete Patas de Venado, señor de Tututepec.

Estaba en juego la parte alta de la zona mixteca y, además, la gloria de ser un guerrero prácticamente invencible.

Durante los últimos 10 años, había tomado parte en unos 14 enfrentamientos, que hicieron de Tututepec eje central de la economía, la ciencia y la cultura locales.

Sólo en una ocasión decidió levantar carcaj y escudo, símbolo del que acepta ser superado, y fue ante el mismo hombre que hoy capitaneaba el bando contrario.

Xiuba se llamaba el rival.

Y pertenecía a la zona zapoteca.

Su señor, Tizoc, dominaban el área norte de la región y era famoso por su fiereza en el combate. Y desde aquella su única derrota, Casandoo sabía de cierto que Tizoc era sólo un viejo más apoltronado en su silla de soberano.

Incluso entre los militares de más alto rango de su ejército circulaba la versión de que Tizoc había tomado el nombre en honor del Huei Tlatoani de aquel país que todos nombraban con respeto: Tenochtitlan. Y tenían la certeza de que era una vasallo más de los meshicanos.

Pero en este momento Tizoc no importaba. Era Xiuba el peligroso. Por su fuerza, su liderazgo.

Tenía que vencerlo esta vez si quería el reconocimiento y la posibilidad de formar su propio señorío.

Sus ojos se posaron en aquel campeón de la guerra, al que deseaba ver caído cuanto antes.

Desde la posición en que se encontraba descubrió los movimientos tácticos del enemigo.

Rápidos ataques por el frente aunados a golpeteos laterales. Los mismos movimientos se repetían sin cesar. Una y otra vez. Los hombres que iban a la delantera y no se enzarzaban en el combate, volvían a la parte de atrás a seguir disciplinadamente la estrategia de aquel tremendo capitán.

Y pese a los esfuerzos de su gente y la igualdad de fuerzas, sus hombres parecían desconcertados psicológicamente, puesto que de alguna manera luchaban contra los mismos hombres.

Las líneas delanteras del ejército mixteco comenzaban a diezmarse.

Y Xiuba era el gran culpable.

Se daba tiempo para pelear y, a la vez, para dictar sus órdenes.

Ambos jefes guerreros tenían la misma edad.

Y el mismo poder.

Casandoo no lo pensó más. Se sacudió las dudas con un ligero movimiento de cabeza y decidido echó a andar en busca de su principal enemigo.

Algunos hicieron el intento de frenarlo y sólo encontraron una muerte certera y rápida.

Su paso era impresionante.

Un gigante zapotecano lo enfrentó y tiró un golpe con su hacha, de forma tan fuerte que la inercia lo hizo quedar de espaldas.

Fue cuestión de segundos. Casandoo reviró en forma tremenda, instantánea y letal.

La espina dorsal de aquel espécimen humano de 1.90 metros de estatura quedó partida en dos.

Casandoo casi no reparó en él. Siguió con su paso triturante rumbo a su destino y el de su ejército.

Pelear con Xiuba dejaría las cosas en claro y haría concluir ese enfrentamiento que sólo diezmaría de hombres a los dos pueblos.

Ambos sabían del alcance de un encuentro entre ellos. Pero, asimismo, aceptaban como única aquella salida.

Además, había deudas pendientes.

Cuando quedaron frente a frente, reinó el silencio.

Como si presintieran el trascendental hecho, los soldados bajaron sus armas y buscaron a sus jefes con la mirada.

Los grupos, callados y atentos, seguían el inusual suceso.

El choque no duró más de cinco minutos.

Los golpes con el hacha y el cuchillo de obsidiana se veían fallar una y otra vez. Eran los mejores. Eso estaba claro.

Un error haría la diferencia.

Y lo cometió Xiuba.

Hizo un engaño con el hacha a la cabeza de Casandoo y al mismo tiempo giró para asestar la cuchillada. En un movimiento relampagueante, el jefe mixteco lanzó el hachazo, que por milagro no voló el cuello del zapoteca.

Aun así, el golpe fue tan severo que Xiuba rodó inconsciente por el suelo.

Los guerreros zapotecas se miraron perplejos.

Al principio creyeron muerto a su jefe.

Y más cuando el atronador grito mixteco daba por concluida la fiera lucha.

Casandoo levantó la mano para calmar los ánimos.

Hemos vencido, dijo. Pero esta vez, exijo respeto para el más grande rival que hemos tenido.

Y se acercó a Xiuba, que ya daba señales de vida.

Cuando éste se incorporó, aceptó la derrota y rindió el reino zapoteca a los pies de Siete Patas de Venado.

Está cerca el final de Tizoc, dijo. “A mí, sólo dame una muerte digna y rápida”.

En respuesta, Casandoo le hizo ver la importancia de mantener unidos a los dos pueblos.

“No te pido pleitesía, sino cooperación y entendimiento. Y sólo contigo aceptará mi señor establecer convenios del tipo que quieras. Seamos aliados, Xiuba. Yo te doy mi mano…”

Cuando Casandoo volvió a Tututepec, los hombres-correo habían llevado la noticia a Siete Patas de Venado, para que la analizara y observara con sus políticos el horizonte de ventajas.

Al volver, fue recibido con honores, como siempre, pero esta vez el soberano reclamó la decisión.

El reino zapotecano les habría dado el control casi total de la economía del área y las importaciones de productos habrían llevado las arcas a niveles nunca antes vistos. La oportunidad estaba perdida.

La desavenencia llevó a Casandoo a hablar de su futuro.

Estaba cansado de las guerras y de la política, que no era su fuerte.

Quería retirarse, con hombres dispuestos a partir con él y a ser los pioneros en zonas tal vez inhóspitas.

La propuesta fue aceptada, con la exigencia de poblar el territorio que se encontraba hacia el oeste de Tututepec.

El rey de Tututepec no quiso perder la oportunidad de conseguir un acuerdo ventajoso y poblar una de las áreas más atrasadas y olvidadas de su reino, aunque ciertamente, de las más pródigas.

Casandoo dejó Tututepec con la certeza de los designios.

Las señales halladas por los brujos eran claras.

Debía marchar para formar uno de los pueblos de mayor tradición y jerarquía de los tiempos venideros.

Y su corazón se llenaba de presagios cuando le decían que esa grandeza tendría colores de muerte y de llanto.

La ruta que siguió fue hacia la orilla del mar, primero. Durante dos años vivieron de la pesca.

Después se asentaron a la orilla del río, junto al Cerro del Águila.

Fue aquí donde la vida comenzó a hacerse sedentaria para los de Casandoo.

Vivían de la pesca y comenzaban a hacer sembradíos junto al río, de los cuales obtenían maíz y algunas otras legumbres.

Fauna y flora del lugar les proporcionaba frutos, como el tamarindo o el coco, y animales exóticos para la caza.

Por dos razones, Casandoo no veía con buenos ojos que durante las cacerías los más jóvenes subieran el Cerro del Águila.

Tenía antecedentes como para pensar que un terrible animal, con colmillos espeluznantes, asolaba los alrededores de la montaña*, y que el águila de mil colores con dos cabezas atacaba mortalmente a todo aquel que quisiera hacerle frente.

Varios habían sido muertos ya.

Pero era imposible contener a los muchachos.

Incluso, subir a la montaña y buscar a ambos animales se convirtió en un asunto iniciático.

Si alguno de los jóvenes evitaba la montaña, jamás se convertía en guerrero. Así, pues, escalarla era cuestión de hombría.

En las temporadas en que el agua escaseaba, las águilas bicéfalas se veían en todo su esplendor. Eran inmensas. Y espantosas.

Se dejaban caer sobre todo cuando las mujeres llegaban al río por el aseo diario. Sabían, seguramente, cuando los hombres no estaban.

Tomaban el agua y se iban.

No atacaban a los seres humanos si no eran molestadas.

En una ocasión, un perro comenzó a ladrarle a un macho bicéfalo, tan cerca, que el águila no pudo tomar agua.

Se levantó unos cien metros y luego se abalanzó sobre el animal.

Este, al sentir el peligro, corrió hacia la zona poblada, donde los hombres salieron ante los ladridos ya de toda la jauría.

Pero el águila tenía una idea en mente. Y nada la haría cambiar.

Aquel perro desdichado fue levantado en vilo con las garras temibles del gigante y llevado por los aires.

Al seguirla, se dieron cuenta que las águilas, tal vez para cuidar su comida, iban hacia montañas más alejadas a degustar el platillo.

Cuando Casandoo se enteró del percance, ordenó cuidado y respeto por aquellos depredadores.

U n día recibió la visita de Xiuba, convertido ahora en rey zapoteca, y quien en realidad llegaba a darle el pésame por la pérdida de su última esposa.

Casado tres veces, Casandoo no había tenido descendencia.

Xiuba ofreció a su hermana Nadyelli para consolidar el pacto de hombres establecido un día, en medio de la guerra.

Y el señor mixteco aceptó.

Así, un año después, en un hogar lleno de amor y de paz, nació Xiuba, el primogénito. Y dos más adelante el pequeño Jamilli.

Durante los últimos años, las excursiones guerreras realizadas por Casandoo habían permitido al grupo mixteco establecer un señorío inmenso que, por el oeste, estaba encabezado por Xicalli Yan –establecido por uno de sus mejores hombres, Nuu Yuyuchi-, junto con el ya viejo Xaha Yucu, y hacia el sureste por Piedra Parada y aquel pueblo fundado a la orilla del mar, justo tras su salida de Tututepec.

Un día, junto al río, mientras Nadyelli se bañaba y los pequeños príncipes correteaban bajo el cuidado de su nodriza, un águila bicéfala de mil colores se dejó caer en evidente ataque, sin mediar un por qué.

Esta vez nadie la había molestado.

Sólo venía enojada, tal vez.

O tal vez, como dirían los viejos después, es que la historia debe seguir su curso. Es que los designios escritos en la tierra tienen que cumplirse.

Veloz y ante el silencio sorprendido de aquella joven que cuidaba a los pequeños, el águila tomó de las piernas al pequeño Jamilli y emprendió el vuelo rumbo al este.

En un momento todo era griterío y desesperanza.

Nadyelli lloraba desconsolada y los jefes guerreros tomaban las órdenes de Casandoo.

Sólo un grupo de los mejores guerreros la perseguiría, debido a la necesidad de libertad de movimiento, de margen de maniobra.

Corrieron tras ella, que volaba más lentamente por el peso del pequeño.

La siguieron durante horas.

Cuando se sentían desfallecer, y ya perdidos de vista el animal y su presa, llegaron al paraje conocido como de Los Toronjiles y descubierto por un joven guerrero como uno de aquellos refugios donde las águilas iban a devorar sus presas.

Con el corazón palpitándole aceleradamente, con esa mezcla de cansancio y miedo por la profecía, Casandoo llegó al sitio descrito.

Había un hedor insoportable.

Restos de animales se veían por doquier.

Comenzó a buscar con la esperanza contenida de no hallar a su hijo. Pero el destino es inexorable.

Junto al pie del más grande de los toronjiles, los restos evidentes y frescos de una pequeña osamenta humana, aún goteaban sangre**.

El poderoso Casandoo, ganador de grandes batallas, cayó de rodillas, postrado por un golpe de dolor e impotencia.

Lloró en silencio, como se llora cuando el dolor es inmenso.

Sus guerreros lo veían contritos, desesperados.

Durante muchas horas sus ojos sólo derramaron lágrimas. Después, furia. Entonces dio la orden de exterminar aquella maldita raza de águilas asesinas.

Durante semanas, con una estrategia de guerra, se persiguió a aquellos animales que habían venido a despedazar la paz y la tranquilidad del reino de Casandoo.

Cuando todo hubo terminado, Casandoo ordenó que los colores morado, negro, rojo y blanco, permearan desde entonces el traje mixteco, en señal de luto.

El recuerdo de aquel día quedó establecido incluso en el tocado de las mujeres, cuyo manto y trenzado en la cabeza recuerdan el pico de un águila.

La siguiente orden de Casandoo fue que la población se trasladara a aquella zona donde habían hallado los restos de Jamilli.

Ahí se fundó la población de Dzandaya, en el idioma mixteco. O de Jamiltepec, en náhuatl, cuyo significado es Cerro de Jamilli.

Pero en honor a aquel inolvidable guerrero y rey, muchos pueblos lo conocieron como Casandoo, que quiere decir Casa de Adobe, y cuyas construcciones aún pueden verse en el lugar.



* Se hace referencia a la onza.



**Muchos años después, cuando los hombres barbados se asentaron en las tierras de Siete Patas de Venado, el drama vivencial de Jamiltepec fue aprovechado por monjes dominicos para imponer la fe que llegó en sus barcos.

De aquel toronjil en que fue devorado el pequeño Jamilli y donde los lugareños recordaban a su príncipe, nació un altar y, finalmente, una magnífica iglesia que aún se erige firme y majestuosa en el centro de Jamiltepec